En los últimos días estuve leyendo un artículo publicado por Gustavo Becerra, compositor y musicólogo chileno, en la Revista musical chilena. Su artículo se titula ‘Crisis de la enseñanza de la composición en occidente’, y reúne principales aspectos que considera obstaculizantes para el desenvolvimiento artístico de un compositor en la sociedad contemporánea. Detalla, además, un plan con el cual combatir estos aspectos negativos, pero dicho plan será omitido en el presente artículo, pues considero, personalmente, que basta con exponer los problemas de nuestra sociedad para que, tras un proceso de reflexión, se consideren soluciones eventuales.
Becerra señala como primera
debilidad en la doctrina de la enseñanza de composición, el Falso punto de
partida. La didáctica musical, en todos sus aspectos, debe estar dirigida a
ayudar al alumno a identificarse con sus propias realizaciones. Dos aspectos en
general son considerados aquí. En primer lugar, el hecho de que hay profesores
de composición que se limitan a orientar las habilidades de un alumno, en lugar
de enseñarle a orientar sus propias habilidades. La técnica juega un papel
importante aquí, pues no se trata de aprender una técnica u otra y dominarla,
sino de conocerlas para que, en el proceso, uno mismo como alumno se identifique
con tal o cual técnica en beneficio de su realización artística. Es típica la
frase de un profesor de este tipo: ‘Yo habría hecho otra cosa, como…’. En
segundo lugar, señala la importancia de la enseñanza inmediata de técnicas que
involucren música compuesta en las últimas décadas. Algunos detractores de esta
idea afirman que es imposible que un alumno conozca y menos aun entienda
debidamente las técnicas relacionadas con el arte sonoro actual, debido a que
este arte ha seguido un proceso y es vital conocer todo ese proceso lineal y
cronológicamente para poder llegar a entender lo que está ocurriendo ahora. Sin
embargo, Becerra afirma que esto restringe al alumno a lo más inmediato que
tiene: los sonidos del momento. La música, las técnicas y las ideologías
pasadas obedecieron a preceptos del pasado, y se lograron porque sus
expositores estuvieron precisamente en contacto con dicha realidad. Entonces no
podemos exigir un ‘compositor contemporáneo’ de un alumno que poco o nada se
relaciona con música actual. El estudio de las técnicas del pasado sirve para
eso, para estudiar, no necesariamente para aplicar. Es importante conocer los
procesos por los que la música fue transcurriendo desde hace medio milenio y
que, finalmente, nos tiene aquí, en el siglo XXI. La técnica de la composición
debería empezar del mundo relacional sonoro del alumno, para luego reconocer la
actualidad, lanzándose finalmente en la dirección de sus más profundos
orígenes.
Como segunda debilidad, nos
habla del falso objetivismo, relacionado con las tendencias ultravanguardistas
de innovar por innovar, solucionar por solucionar y descubrir por descubrir.
Algo muy común es el adoctrinamiento en diversas técnicas, sin la preocupación
(ya sea del profesor o del alumno) de encontrar una manera de expresar algo a
través de determinada técnica. Esto se debe a una desconexión entre la
problemática académica y la estética contemporánea y personal de los alumnos.
Conocer una técnica lleva tiempo, y más aun el descubrir las posibilidades expresivas
de la misma.
La tercera debilidad la
denomina Aberración del sistema analítico-sintético, y se refiere nada menos
que al conseguir interpretaciones profundas de una técnica específica, hablando
específicamente del idioma empleado. La base de un compositor es el conjunto de
elementos que operan es su imaginación, y a su vez, la imaginación surge de la
experiencia (memoria). La manera como asociamos los elementos imaginativos con
el lenguaje musical debe ser un aspecto abordado por la didáctica de la
composición. Becerra piensa que, en el
período de estudiante, se debería construir pacientemente lo práctico (técnica)
antes que lo teórico (estética), para finalmente unir ambos conceptos
(expresión). Se debería hablar un idioma, antes que analizarlo en forma
exhaustiva, para finalmente sacar conclusiones morfológicas.
Carencia de ubicación humanística
en la problemática particular, es la cuarta debilidad que señala Becerra. Como
complemento al problema de innovar, solucionar y descubrir sin expresar, nos
explica la importancia del mecanismo afectivo en la transferencia del
conocimiento (sea cual sea el conocimiento), y en general, de la experiencia.
Básicamente se habla de empatía, al momento de compartir aquello que uno como
compositor ha descubierto y desea expresar. Hay muchos compositores que asocian
complejidad con calidad, e independientemente de que sea cierta o no esta relación,
queda en evidencia la poca empatía con aquellos a quienes desean expresar algo
con música. Ojo que con la palabra empatía se refiere a ponerse en los zapatos
de otros, mas no de simplemente agradar, lo que sería simpatía.
Cuatro debilidades, cuatro
aspectos sobre los cuales les invito a reflexionar, en beneficio de una mejor
calidad en nuestra formación como compositores (autodidactas o no).
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