¿Qué es componer? Resulta una
pregunta interesante, graciosa, e incluso hasta capciosa. Pero si nos
remitiésemos a analizar la respuesta, hay que partir de un punto inicial: ‘el
que compone’. Pues componer es un proceso, una experiencia, que muchas veces
nunca termina, ni siquiera en una misma obra (es como en una casa propia, la
casa nunca estará terminada, pues siempre se le puede agregar/quitar algo más),
y muchas veces también no se compone lo que en realidad fue concebido en la
mente de ‘el que compone’. También es un proceso que implica un constante
aprendizaje del compositor, y de un constante arriesgar para cambiar y buscar
cosas nuevas (cambiar no sirve si no hay mejoría). Asimismo, es un proceso de
extraño catarsis del compositor, de exteriorizar lo interno de la manera más
honesta posible.
En mi opinión, son dos cosas
distintas el crear y el componer (le atribuyo, precisamente, a la palabra ‘crear’,
todo aquello que no es componer). Primero, me remitiré absolutamente a lo que
el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española afirma al respecto del
significado de estas dos palabras. Crear: Producir
algo de la nada. Componer: Formar de
varias cosas una, juntándolas y colocándolas con cierto modo y orden. Desde
ya, entonces, hacemos una clara distinción entre ambos verbos, pues crear y componer
son dos acciones que producen, pero se aclara que en el segundo caso, existe un
cierto modo y orden, lo que automáticamente genera cierto grado de
premeditación y, por lo tanto, consciencia. Cualquiera con un mínimo de
conocimientos y nociones (incluso hasta sólo instintos), puede crear, incluso
si no es consciente de algún sistema mediático concreto que le permita
materializar aquello que ha creado inicialmente en su cabeza. Al fin y al cabo,
siempre encontrará una manera de que aquello que ha creado fluya sin control.
Pues efectivamente, el proceso de crear parte en la mente, con el poder de la
imaginación como único recurso indispensable. Por ejemplo, los niños crean todo
el tiempo. Si a un niño le doy un papel y unos crayones, dependiendo de la
edad, quizá no sea consciente de qué color está usando, y si es el adecuado
para pintar lo que desea pintar. No se preocupa por el grosor de la punta del
crayón, para así tener más cuidado al momento de hacer trazos; no se preocupa
de las posibilidades que obtendrá de combinar ciertos crayones, ni mucho menos,
se preocupará de la resistencia que ofrece el crayón al deslizarlo sobre el
papel con cierta presión, y cómo afectará la intensidad del color que está
usando. Estas cosas lo tienen sin cuidado, sin embargo, ha creado algo que ha
brotado espontáneamente de su imaginación.
Empezaremos, luego de esta
premisa, a esclarecer varios aspectos que
conforman el grueso de diferencias entre lo que ya vimos que es crear, y
componer.
Primero, la absoluta
consciencia del proceso creativo. No hay que confundir consciencia con control.
Son dos cosas diferentes, pero ambas se requieren para componer. La consciencia
nos invita a ver más allá de la imaginación, y sólo con consciencia se puede
ejercer control sobre el proceso creativo, de la manera adecuada. Los sonidos,
los timbres, las ideas de estructura, los elementos extramusicales, todo fluye
de la imaginación, y hay que saber de dónde, hacia dónde y para qué fluyen, no
con el objetivo de contárselo al mundo entero (pues casi siempre, son cosas muy
íntimas del compositor), si no para poder, en su momento y de la manera
necesaria, ejercer control sobre dichos elementos. Por otro lado, ser
conscientes de la realidad de uno mismo como compositor, de las necesidades de
las que ha surgido este acto de componer, dónde uno está, en qué situación.
Quizá el concepto de control no se aplique para estos términos, pero si quizá a
partir de éstos, podemos controlar los anteriores, aquellos más íntimos.
¿Y qué es control, entonces?
Control, no debe confundirse con manipular, o con ‘imponer límites’. El control
está implícito al administrar todo aquello de lo que ya somos conscientes, como
si fuera repostería, regular y saber distinguir los ingredientes y cuánto y
cómo de cada uno de ellos se va a utilizar. Con esta analogía, me permito
expresar algo más aun. Puede ser que tengamos muchos ingredientes en la despensa,
o en todo caso sólo los suficientes, pero nunca la despensa estará vacía.
Sonará difícil de creer, pero es cierto. Sino, imaginémonos el caso de un
alumno de composición que irremediablemente va a fracasar en las materias de su
ramo, que es precisamente componer, aunque sean pequeños ejercicios. Hay medios
para ‘tener siempre la despensa con ingredientes’, algunos más naturales y
orgánicos que otros, pero siempre existirá en algún lugar (a veces, hay que
buscar mucho, pero se encuentra) la materia prima para componer. Es por eso que
el proceso de inspiración e imaginación no me parecen tan relevantes como
muchos los consideran así. Y he aquí una diferencia más: el compositor, por su
formación, conocimientos y naturaleza propia siempre se las ingeniará para ‘tener
ingredientes disponibles’, suficientes para componer lo que sea que se pueda componer
con aquello rescatado del proceso mental, puede ser una obra maestra, o un
simple ejercicio de composición con rigores y parámetros impuestos por la
cátedra.
Ya tenemos consciencia y
tenemos control y administración. Ahora precisamos de herramientas para
materializar concretamente lo que ha concebido nuestra mente, y lograrlo lo más
fielmente posible y reflejar así nuestro verdadero interior. Dichos aspectos
están explicados ya en mis anteriores artículos, ‘Música y forma’ y ‘En el
ensayo: del papel al sonido’. Algo adicional, lo publicaré en un próximo
artículo, que ya tengo redactado. Me pareció puntual aclarar lo expresado en
este artículo, como un preludio a los dos artículos antes mencionados, y a modo
de conclusión sobre el resultado final, con el artículo adicional próximo a
publicarse. Espero que así, con este total de 3 artículos últimamente
publicados, se haya complementado las ideas sobre lo que significa componer, y
las diferencias entre crear y componer. Podemos afirmar, como conclusión final,
que cualquiera puede crear, pero no
cualquiera puede componer.
Con la redacción de este
artículo, además, me he despedido de la acogedora ciudad de Santiago de Chile,
lugar donde el pasado sábado 10 de agosto, concluyeron los talleres de Copiu
2013, con la importante participación del compositor italiano y creador de la
plataforma Germinaciones, el maestro Luca
Belcastro. Las actividades de Germinaciones
continúan, y en el mes de octubre de este año, el público arequipeño y
especialmente la comunidad musical de Arequipa podrá contar con la presencia
del maestro Belcastro en el transcurso de las actividades programadas por el
Conservatorio Regional de Música Luis Dunker Lavalle. Sin dudas, por este medio
comunicaré cuando esto esté próximo a ocurrir. ¡Gracias a todos los que
participaron en Copiu 2013, hasta pronto!