domingo, 9 de noviembre de 2014

Máscaras

Esta semana se llevaron a cabo las actividades de Germina.Cciones Perú Sur en Puno y Arequipa, brindando un espacio para la participación colectiva de intérpretes y compositores para la creación de nuevos trabajos compositivos, de la mano como siempre de Luca Belcastro, quien por tercer año consecutivo visita la Ciudad Blanca para impartir, junto a otras personalidades de la vida musical local, charlas y conferencias que puedan nutrir justamente dicho espacio de participación colectiva. Asimismo, entre las actividades programadas por la visita del maestro Belcastro, se realizó el pasado jueves 6 de noviembre la presentación en Arequipa de los libros ‘Diario Sudamericano’ y ‘Sacbeob’, de autoría suya, y que permiten ampliar el panorama de lo que el proyecto de Germina.Cciones pretende difundir, desde la perspectiva de su fundador y principal promotor. Así pues, entre muchas de las conclusiones abordadas durante este nutrido programa de charlas y participaciones diversas, es que me permito una vez más, y luego de un año de inactividad, continuar con este pequeño y humilde proyecto, mi Blog, con el cual pretendo expresar mis ideas sobre lo que la actualidad musical de la ciudad (en todo sentido de este arte) tiene para ofrecer a quienes dedicamos nuestra vida a hacer, profesar y vivir música.

En esta oportunidad quiero compartir con ustedes un tema que considero, es vital para alcanzar la plena consciencia de todo proceso creativo. El título del artículo insinúa de alguna manera por donde se dirigirá este discurso. Recordemos que la consciencia es un elemento indispensable para alcanzar un objetivo de manera más pura y honesta consigo mismo. Pero, ¿qué es justamente aquello que nos impide alcanzar dicho estado de consciencia? Por ejemplo, algo que hasta incluso lo niega es la carencia de libertad. Un espacio de libertad, que nos permita alejarnos de lo definido por el entorno para así poder encontrarnos tal cual somos, nos dará a su vez la capacidad de ver con mayor claridad la realidad de las cosas. Desde luego, que este estado no nos da el derecho de presumir que lo que hemos llegado a ver es lo cierto, la verdad y que no hay otra cosa después de eso (he aquí una máscara), pues independientemente de que sea un acto egoísta que interfiere con la libertad de otros, es además una manifestación de soberbia, al creer que nuestras conclusiones sobre el vivir el día a día son las que deben funcionar con todas las personas. Por supuesto que esto es completamente falso, pues cada quien, de acuerdo a su manera de desarrollarse con su entorno y a sus ganas de alcanzar el ya mencionado ‘estado de consciencia’, podrá abordar distintas conclusiones, que de seguro diferirán sustancialmente con las de uno.

Desde la dinámica del proceso creativo, este espacio de libertad alcanzado se relaciona directamente con el tiempo, pues es uno mismo quien decide como distribuir su tiempo para relacionarse con su entorno. Obviamente, parte de este tiempo puede ser dedicado a la creación, o en el caso específico de la música, a la composición. Ya en un estado de consciencia no muy profundo, se tiene conocimiento de lo efímero que es el tiempo, y que cada circunstancia diaria en la que decidimos invertirlo debe ser, al máximo posible, productiva y significativa para nuestras vidas. Así pues, nos encontramos frente a todo un proceso que debe ser meditado antes de empezar siquiera a dibujar los pentagramas en una hoja de papel. Otra máscara, muy poderosa, y que ha agobiado a muchos compositores jóvenes e inexpertos en su mayoría, es aquella que afirma que ‘componer música es una manifestación pura y absoluta de la técnica’. En otras palabras, el resultado sonoro debe estar a disposición de la técnica, más no al revés, por que en ese caso se estaría cometiendo una ‘aberración creativa’. Sobran los comentarios al respecto. Considero, pues, que existen tres conceptos que es preciso meditar antes de empezar a tomar decisiones técnicas.

El primero de estos conceptos es Experiencia. Básicamente, la experiencia de cada quien le permitirá transmitir un resultado único al momento de componer, pues nadie vive la misma experiencia de la misma manera, y si así llegara a ser, es imposible sacar las mismas conclusiones y que sus caminos se hayan modificado de la misma manera a partir de dicha experiencia. Meditar sobre las experiencias de uno mismo nos acerca más al codiciado estado de consciencia.

En segundo lugar, está la Comunicación. El ser humano es un hombre que, por naturaleza, busca relacionarse con otros individuos, y la mejor manera de lograrlo es comunicándose. Cada quien, desde luego, y a partir de su manera de desarrollarse con su experiencia pasada, puede comunicarse de distinta forma, y en el proceso, decidir que es lo que quiere compartir con su entorno.

Finalmente, está la manera como el individuo se comunica, es decir, la Expresividad. La capacidad de transmitir, más allá de una idea concreta que también cualquier otro puede transmitir con sus propias palabras, con el plus de aquello que nos dejó una determinada experiencia y que estamos deseosos de compartir con los demás.


Estos tres conceptos se relacionan profundamente, por lo tanto antes de traducirlos a la técnica, es preciso vivirlos, entenderlos, aceptarlos y relacionarse con ellos como parte indispensable del proceso creativo. Precisamente, el estado de pureza, de consciencia, consiste en encontrar cómo uno es, independientemente de los gustos y esquemas que sugiere la sociedad y así poder, con ayuda de la técnica, manifestarlo mediante una obra de arte. Eso, es quitarse las máscaras.

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