Esta semana se llevaron a cabo
las actividades de Germina.Cciones Perú Sur en Puno y Arequipa, brindando un
espacio para la participación colectiva de intérpretes y compositores para la
creación de nuevos trabajos compositivos, de la mano como siempre de Luca
Belcastro, quien por tercer año consecutivo visita la Ciudad Blanca para
impartir, junto a otras personalidades de la vida musical local, charlas y
conferencias que puedan nutrir justamente dicho espacio de participación
colectiva. Asimismo, entre las actividades programadas por la visita del
maestro Belcastro, se realizó el pasado jueves 6 de noviembre la presentación
en Arequipa de los libros ‘Diario Sudamericano’ y ‘Sacbeob’, de autoría suya, y
que permiten ampliar el panorama de lo que el proyecto de Germina.Cciones
pretende difundir, desde la perspectiva de su fundador y principal promotor. Así
pues, entre muchas de las conclusiones abordadas durante este nutrido programa
de charlas y participaciones diversas, es que me permito una vez más, y luego de
un año de inactividad, continuar con este pequeño y humilde proyecto, mi Blog,
con el cual pretendo expresar mis ideas sobre lo que la actualidad musical de
la ciudad (en todo sentido de este arte) tiene para ofrecer a quienes dedicamos
nuestra vida a hacer, profesar y vivir música.
En esta oportunidad quiero
compartir con ustedes un tema que considero, es vital para alcanzar la plena
consciencia de todo proceso creativo. El título del artículo insinúa de alguna
manera por donde se dirigirá este discurso. Recordemos que la consciencia es un
elemento indispensable para alcanzar un objetivo de manera más pura y honesta
consigo mismo. Pero, ¿qué es justamente aquello que nos impide alcanzar dicho
estado de consciencia? Por ejemplo, algo que hasta incluso lo niega es la
carencia de libertad. Un espacio de libertad, que nos permita alejarnos de lo
definido por el entorno para así poder encontrarnos tal cual somos, nos dará a
su vez la capacidad de ver con mayor claridad la realidad de las cosas. Desde
luego, que este estado no nos da el derecho de presumir que lo que hemos llegado
a ver es lo cierto, la verdad y que no hay otra cosa después de eso (he aquí
una máscara), pues independientemente de que sea un acto egoísta que interfiere
con la libertad de otros, es además una manifestación de soberbia, al creer que
nuestras conclusiones sobre el vivir el día a día son las que deben funcionar
con todas las personas. Por supuesto que esto es completamente falso, pues cada
quien, de acuerdo a su manera de desarrollarse con su entorno y a sus ganas de
alcanzar el ya mencionado ‘estado de consciencia’, podrá abordar distintas
conclusiones, que de seguro diferirán sustancialmente con las de uno.
Desde la dinámica del proceso
creativo, este espacio de libertad alcanzado se relaciona directamente con el
tiempo, pues es uno mismo quien decide como distribuir su tiempo para
relacionarse con su entorno. Obviamente, parte de este tiempo puede ser
dedicado a la creación, o en el caso específico de la música, a la composición.
Ya en un estado de consciencia no muy profundo, se tiene conocimiento de lo
efímero que es el tiempo, y que cada circunstancia diaria en la que decidimos
invertirlo debe ser, al máximo posible, productiva y significativa para
nuestras vidas. Así pues, nos encontramos frente a todo un proceso que debe ser
meditado antes de empezar siquiera a dibujar los pentagramas en una hoja de
papel. Otra máscara, muy poderosa, y que ha agobiado a muchos compositores
jóvenes e inexpertos en su mayoría, es aquella que afirma que ‘componer música
es una manifestación pura y absoluta de la técnica’. En otras palabras, el
resultado sonoro debe estar a disposición de la técnica, más no al revés, por
que en ese caso se estaría cometiendo una ‘aberración creativa’. Sobran los
comentarios al respecto. Considero, pues, que existen tres conceptos que es
preciso meditar antes de empezar a tomar decisiones técnicas.
El primero de estos conceptos es Experiencia.
Básicamente, la experiencia de cada quien le permitirá transmitir un resultado
único al momento de componer, pues nadie vive la misma experiencia de la misma
manera, y si así llegara a ser, es imposible sacar las mismas conclusiones y
que sus caminos se hayan modificado de la misma manera a partir de dicha
experiencia. Meditar sobre las experiencias de uno mismo nos acerca más al
codiciado estado de consciencia.
En segundo lugar, está la Comunicación.
El ser humano es un hombre que, por naturaleza, busca relacionarse con otros
individuos, y la mejor manera de lograrlo es comunicándose. Cada quien, desde
luego, y a partir de su manera de desarrollarse con su experiencia pasada,
puede comunicarse de distinta forma, y en el proceso, decidir que es lo que
quiere compartir con su entorno.
Finalmente, está la manera como
el individuo se comunica, es decir, la Expresividad. La capacidad de
transmitir, más allá de una idea concreta que también cualquier otro puede
transmitir con sus propias palabras, con el plus de aquello que nos dejó una
determinada experiencia y que estamos deseosos de compartir con los demás.
Estos tres conceptos se
relacionan profundamente, por lo tanto antes de traducirlos a la técnica, es
preciso vivirlos, entenderlos, aceptarlos y relacionarse con ellos como parte indispensable
del proceso creativo. Precisamente, el estado de pureza, de consciencia,
consiste en encontrar cómo uno es, independientemente de los gustos y esquemas
que sugiere la sociedad y así poder, con ayuda de la técnica, manifestarlo
mediante una obra de arte. Eso, es quitarse las máscaras.
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